El
pasado fin de semana un grupo de asociados al Convivium de Slow Food
Araba-Álava estuvimos en Loredo (Cantabria) con el objetivo de promocionar los
productos alaveses y la capitalidad gastronómica de Vitoria 2014 y a la vez
degustar la excelente gastronomía de la zona.
En
el hotel Costa Mar, estaba plublicitado el V Concurso de ollas ferroviarias
para el domingo 29 de junio,
El
plato obligado era El Cocido Montañes, una de las joyas de la gastronomía hispana.
Como
ustedes tal vez ya conocerán los recipientes donde se cocinan las ollas
ferroviarias constan de dos partes:
Una
exterior normalmente de chapa y con 3 patas, aunque las hay de una belleza
impresionante de hierro (que no las vi en esta ocasión), en este recipiente es donde se coloca el carbón
vegetal que dará la temperatura suficiente para que cueza la olla, que puede
ser de hierro esmaltado, cerámica vidriada, barro etc. Esta olla se debe
acomodar perfectamente en el envase exterior.
En
este collage pueden observar diferentes recipientes que los concursantes
utilizaron en este campeonato.
En
estas cuatro instantáneas se pueden ver diferentes preparaciones, en su fase
inicial.
En
este collage pueden apreciar como los concursantes trabajan duramente para que
su olla sea la ganadora del certamen.
No nos pudimos quedar a que terminara el certamen ya que teníamos las actividades para el domingo establecido con anterioridad.
Nota sobre la Olla Ferroviaria:
La olla ferroviaria fue un invento de los antiguos
maquinistas, fogoneros y guardafrenos del Ferrocarril Hullero que hacía el
trayecto entre La Robla y Balmaseda, más conocido como el Ferrocarril de La
Robla.
En el punto intermedio de este recorrido se halla la
estación cántabra de Mataporquera, donde reposaban las máquinas de carbón y
agua y donde se encontraban los únicos trenes de viajeros y mercancías, que
trasportaban carbón y apeas. Era, por lo tanto, una población muy conocida en
el entorno ferroviario.
Las jornadas de trabajo y los viajes eran muy largos, entre 10 y 16 horas, por lo que los trabajadores se encontraban con un problema a la hora de encajar las horas de la comida en sus quehaceres diarios. La solución fue realizar la comida sobre la marcha, aprovechando los recursos de las máquinas y su imaginación.
De esta manera fue como nació la olla ferroviaria. En un primer momento utilizaron un tubo que conectaba el serpentín de la locomotora a una vasija, de donde conseguían unos excelentes guisos al vapor.
Posteriormente, sustituyeron el vapor por el carbón de leña o vegetal y empezaron a cocinar en el furgón de cola del tren. Se instaló así una forma de trabajar que eliminó el problema que suponía la hora de comer y, casi de rebote, creó todo un arte culinario que ha dado mucha fama a los ferroviarios.
Las jornadas de trabajo y los viajes eran muy largos, entre 10 y 16 horas, por lo que los trabajadores se encontraban con un problema a la hora de encajar las horas de la comida en sus quehaceres diarios. La solución fue realizar la comida sobre la marcha, aprovechando los recursos de las máquinas y su imaginación.
De esta manera fue como nació la olla ferroviaria. En un primer momento utilizaron un tubo que conectaba el serpentín de la locomotora a una vasija, de donde conseguían unos excelentes guisos al vapor.
Posteriormente, sustituyeron el vapor por el carbón de leña o vegetal y empezaron a cocinar en el furgón de cola del tren. Se instaló así una forma de trabajar que eliminó el problema que suponía la hora de comer y, casi de rebote, creó todo un arte culinario que ha dado mucha fama a los ferroviarios.
(El texto anterior de la pagina El Mule Carajonero)