Arkaute
26 de junio 2014
Textos y reportaje gráfico de Alberto Lopez de Ipiña, Presidente del Convivium Araba -Álava de Slow Food.
Un
año más hemos estado en la Organización del el Encuentro Cívico
Alimentario en esta ocasión en su VIII edición, Slow Food Araba-Álava
junto a Neiker-Tecnalia, el Foro Rural Mundial, el Instituto Agrario de
Arcaute y la Fundación Zadorra, promotores de esta iniciativa, pretende poner
la alimentación en el centro del debate, y buscar el encuentro entre
consumidores y productores. Además se ha contado con el apoyo, colaboración o
patrocinio de IDF, el Centro de Estudios Ambientales, Ayuntamiento de
Vitoria-Gasteiz, Diputación Foral de Alava y Gobierno Vasco.
Mientras que en anteriores ediciones se ha celebrado en distintos barrios de la ciudad de Vitoria-Gasteiz, en esta ocasión, y coincidiendo con el Año
Internacional
de la Agricultura Familiar 2014, se ha optado por acercar la ciudad al
Campus Agroalimentario de Arkaute.
Según
estimaciones de la FAO, aproximadamente el 98% de las explotaciones del mundo
son familiares o de pequeña escala y suponen todavía el 56% de la producción
agrícola. Aquí, en nuestro entorno más próximo, la falta de relevo generacional
supone un grave problema para la sostenibilidad de la agricultura y la
ganadería, pero últimamente se viene observando un creciente interés por el
emprendimiento en actividades relacionadas con la producción, elaboración y
comercialización de alimentos y ese ha sido uno de los objetivos que se
pusieron encima de la mesa del Laboratorio del Gusto de Slow Food.
Antes
del mismo se presentaron in situ tres experiencias de I+D+i que se están
desarrollando desde un enfoque agroecológico: horticultura ecológica y
gestión del agua orientada hacia la instalación de nuevos
profesionales; el uso de la colza de forma integral para reducir
emisiones de gases de efecto invernadero tanto de la agricultura como
de la ganadería (Proyecto LIFE + SEEDCAPITAL) y la innovación en las
prácticas de pastoreo orientadas a mejorar la fertilidad del suelo (Proyecto
LIFE + REGEN FARMING).
A
continuación, y en el marco de las actividades que el Foro Rural Mundial está
organizando con motivo del año internacional de la Agricultura Familiar se
proyectó el cortometraje titulado “Agricultura Invisible”,
El
año Internacional de la AF es una buena oportunidad para debatir sobre el papel
que desempeña la agricultura en una sociedad que ha cambiado sus demandas
respecto a la alimentación y que observa el medio rural con nuevas
expectativas. También es una buena ocasión para pensar sobre la diversidad de
modelos agrícolas existentes en nuestras latitudes y para aportar algunas ideas
sobre la evolución que ha seguido la que antaño fue un modelo familiar de
agricultura, pero que ha perdido gran parte de esas características aunque aún
conserve rasgos distintivos respecto de las empresas agrarias de base
capitalista.
Si
nos atenemos al grado de aceptación que recibe la definición que da la FAO,
parece existir consenso en torno a la idea de que la AF es un modelo basado en
explotaciones en las que la mayor parte del trabajo agrario es realizado
directamente por el titular y su familia, contratando solo de manera
excepcional (y por lo general, de modo estacional) trabajo asalariado.
El
marco de referencia de la agricultura ha experimentado importantes cambios,
debido a las profundas transformaciones sociales, económicas y políticas que
acontecen en las sociedades industriales avanzadas. En el nuevo escenario
coexisten una pluralidad de modelos de agricultura, cada uno de ellos cubriendo
espacios determinados de vialidad para satisfacer viejas y nuevas demandas de
la población. La tradicional función productiva en materia de alimentos y
fibras sigue ocupando un importante espacio en el mundo agrícola y ganadero,
coexistiendo modelos convencionales de agricultura, redimensionados y adaptados
a las nuevas exigencias de los mercados, con modelos alternativos en línea con
las nuevas demandas sociales (agricultura ecológica, slow food….)
Sin
embargo, junto a esos sistemas de producción se desarrollan nuevos modelos de
agricultura que no están basados en las actividades productivas, sino en otras
dimensiones (culturales, educativas, sanitarias, ambientales, paisajísticas…),
y que ofrecen a los agricultores un campo de oportunidades aún por explorar.
La
agricultura se ha hecho más diversa y plural, y, en consecuencia, los intereses
implicados en ella trascienden el ámbito de los agricultores y sus
tradicionales organizaciones profesionales para adentrarse en asuntos menos
sectoriales que afectan al conjunto de la ciudadanía. Con ello, los
agricultores dejan de ser el grupo aparte y singular de antaño que vivía
protegido por el paraguas de las políticas agrarias de tipo sectorial, para
adquirir un estatuto pleno de ciudadanía, con lo que ello significa de
adaptarse aun escenario de mayor complejidad en incertidumbre.
En
ese escenario, las respuestas de los diversos modelos agrícolas difieren según
que guíen sus decisiones y estrategias de función de lógicas exclusivamente
económicas (marcadas por la
búsqueda
de rentabilidad en los mercados agrícolas y/o por la emergencia de nuevas
oportunidades de negocio) o de lógicas que incluyan también criterios de
reproducción social (marcadas por el objetivo de garantizar el autoempleo en
las explotaciones).
Con
motivo de Año Internacional de la AF, se han planteado, en este for algunas
claves del debate sobre la vigencia de este modelo agrícola en los países
desarrollados, y se ha analizado el modo según el cual estas explotaciones se
posicionan en el nuevo contexto de cambios económicos y sociales. El análisis
muestra cómo en algunas áreas este tipo de explotaciones tienen más capacidad
para satisfacer las demandas y expectativas de los ciudadanos gracias a su
mayor integración en el territorio, mientras que en otras presentan menos
ventajas de agricultura debido a su menor escala.
Por
otro lado los huertos familiares han sido durante siglos el refugio de una
buena parte de la biodiversidad agraria y el punto de encuentro de varias
generaciones de una misma familia que ha permitido la transmisión de
conocimientos, técnicas y prácticas junto a la de los recursos genéticos. Los
huertos familiares, tanto en España como en otros países presentan en común sus
reducidas dimensiones, forzada en muchos casos por la propiedad de la tierra o
el tiempo que la familia puede asignar al cuidado del huerto. En buena parte se
trata de huertos en tierras que no son propiedad de los que lo cultivan.
Incluso se han descrito casos similares ante los esclavos africanos en América.
El paso de aquellos huertos familiares a los nuevos huertos de ocio y huertos
urbanos se ha dado sin transición, pero curiosamente van convergiendo ya que
volvemos a encontrar el intercambio de semillas entre amigos y familiares, la
recuperación de variedades casi olvidadas, la selección de plantas madre, es
decir el cultivador y productor vuelve a ser obtentor. Parece como si la propia
existencia de los huertos familiares nos llevara por el camino de la
biodiversidad agraria. Una diferencia notable es que por ahora gestionar bien o
mal el huerto no supone la diferencia entre comer o pasar hambre y otra es que
en Europa los huertos son cada vez más individuales o sociales pero no
familiares. Es infrecuente ver juntos a los abuelos y los nietos trabajando en
el huerto y, en consecuencia, compartiendo conocimientos y recursos genéticos.
(Revista
Ambienta nº 107 Junio 2014)
Todos
esto asuntos que hemos tocado fueron aparaciendo en el Laboratorio del Gusto
que dirigió Jose Antonio Arberas y en el que participaron como ponentes Adolfo
Martínez de Santos que está al frente de una explotación familiar en Gilarte; a
Adofo le acompañó su hijo Julen transmitiendo un caso de relevo generacional,
Eduardo Ochoa de Aspuru, profesor de Egibide, Alvaro Janardo , responsable del
Asesoramiento y Gestión Asistencial de la Residencia Goizalde. Mientras se
exponían las diversas experiencias el personal de Slow Food fue ofreciendo tres
creacciones: una ensalada con los frutos del huerto ecológico de la Escuela de
Arkaute, una crema de verduras ecológicas de Ana Pérez de Arrilucea de Erentxun
y una albóndiga de Terreña de Gilarte. Estos tres pinchos fueron maridados con
vino ecológico de Bodegas Cándido Besa.
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